2º Premio Relato Breve Avafi – 2017

2º Premio

MI VIDA DE PELÍCULA

Cinco años sin saber que me ocurría, cinco años sin poder ponerle nombre a mi dolor. Y cuando mis sospechas me dicen que puede ser eso; la fibromialgia llega con la sentencia a no vivir. Y todavía sin asimilarlo me dicen que no tiene cura, ni tratamiento específico. Que vaya probando medicamentos que con alguno tal vez mejore. Y que no me olvide de hacer deporte a pesar del dolor.

Cuando me la diagnosticaron tenía 17 años y que te digan que tal vez nunca vayas a trabajar ni a estudiar porque tu dolor va más allá de tus sueños es lo más duro a lo que me he enfrentado. También la vez que más sola me he sentido. Sola con mi dolor y con mis aspiraciones. Todavía a veces me siento así. Todos ya saben que me encuentro mal por lo tanto nunca puedo decirlo y para los que no lo saben me demuestran su incomprensión. Hasta que llega un momento que no puedo más. Me he cansado me digo a mi misma entre lloros y sollozos. ¿Por qué a mi? ¿Por qué debo luchar a contracorriente toda mi vida?. Estoy cansada de estar cansada. Estoy cansada de estar sola con un cuerpo que siento que no me pertenece. ¿Qué será de mí en un futuro? Este dolor que yo siento es como el amor que no se ve, es abstracto. El amor puede con todo y mi dolor muchas veces acaba conmigo. Me doy mi tiempo de reflexión y aunque he estado dos años en un punto derrotista, en el que intentaba salir y nunca podía llegar a conseguirlo. Me paré y dije a la puta mierda todo. ¡Yo quiero vivir!. Y aunque la felicidad solo está por momentos en la vida; yo quiero sentirla, aquí lo importante soy yo.

Voy a menudo a ver a mi abuela a la residencia. Me siento a su lado y me pregunta tres mil veces lo mismo y al segundo se le olvida. Cada vez anda menos. Muchas veces siento que no es ella. Y otras veces aparece mi abuela la que me contaba historias de su infancia. Temo el día en el que se olvide de mí. En el que sienta que la he perdido por completo. Ella ya no tiene noción del tiempo. No sabe que es de mí, ni cual es mi edad. Pero nunca olvida el amor que me profesa. Lo que admiro de ella es que cuando hay música o no de por medio empieza a cantar y a bailar como si no hubiese un mañana, se hace su fiesta particular. Y veo la felicidad en sus ojos. Sabiendo que en unos instantes lo olvidará por completo.

Sé que a veces el cansancio me hace estar de cuerpo presente pero mi mente ya se fue a dormir hace tiempo. Pero tengo memoria, estoy viva y soy libre de pensamiento. Me imagino que soy la protagonista de una película y pienso que su final es feliz. Tal vez el año que viene descubran la cura de la fibromialgia o no. Pero no me puedo quedar esperando. Ni tampoco puedo perder la esperanza. Y nadie me va a decir que debo hacer ni como he de sentirme. Aquellas palabras negativas hacia mí o a mi enfermedad que se las lleve el viento. La verdad, la única verdad solo la sé yo y eso es lo único que cuenta. Y yo soy la única que sé mis límites y por lo tanto no he de ponérmelos.

Todos los días cojo dos autobuses, suspiro al sentarme y me pongo música mientras miro por la ventana y pienso que mi vida es el paisaje a veces precioso y a veces no tanto y aun no siéndolo tiene su encanto. Y al final llego a mi destino. Voy por la calle con mi mochila infantil de cuatro ruedas para no llevar peso. Soy la escandalosa de la calle con el traca tra de las ruedas y al entrar al instituto todo el mundo me mira como diciendo ¿A esta qué le pasa?. Y yo me digo que les den; yo he llegado y me siento orgullosa. Luego estoy en clase no sé cuantas veces me moveré en la silla. Porque cada cinco minutos en una posición siento un dolor que me dan ganas de irme. Me pongo por todo una crema calmante y soy el punto de olor de la clase. A veces estoy en modo zombie, que no me digan nada porque ya estoy durmiendo. Luego me voy a casa y me siento feliz. Lo hice. Ya sé que para los demás no es nada y a cada cosita que hago que para mí ya es un logro. Quieren que enseguida haga el doble y aun más y más y más. Pero yo he de ir a mi ritmo sin dejar de hacer cosas. Miro atrás y pienso todo lo que hice y ya solo de levantarme cada mañana soy una mujer fuerte. Y aunque a veces deba de parar o no llegue a hacer lo que quiero, me recuerdo a mi misma que soy esa mujer fuerte y que nada podrá conmigo. Y a mi tiempo sigo mi camino. Sin tener miedo al fracaso porque no existe cuando das lo mejor de ti. Fracaso es cuando no lo intentas, cuando das todo por perdido. Es verdad que muchas veces las cosas no salen como uno quiere pero hay que intentar para que sea así y jamás rendirse.

Las cosas nunca pueden ir a peor y con esta enfermedad muchas veces se cae hasta lo más bajo. Pero como se suele decir cuando algo se cae al suelo déjalo que de ahí no pasa. Deja ahí tus ganas de acabar con todo y sigue adelante. Que la enfermedad muchas veces no te deje, vale. Pero para ahí, no vayas hacia atrás y se lo que quieras ser; aunque lo veas imposible.

Hay que empezar por valorarse y quererse y jamás pensar que hubiese sido de mi sino hubiera tenido esta enfermedad. Sigo siendo yo. Y gracias a ella tengo una sensibilidad, una forma de ver la vida y unas ganas de vivir que jamás hubiese tenido.

Es mi propia película y yo escribo mi propio guión y yo decido vivir teniendo esos ojos de felicidad cuando mi abuela baila.

Autora: L.L.E. 

Por Admin