1º Premio Relato Breve Avafi 2018

1º PREMIO. RELATO BREVE AVAFI 2018- XI CERTAMEN

AUTORA: Mayte Izquierdo Piedra.

TÍTULO: ERA ÉL

Cuando le conoció tenía treinta y siete años y él cincuenta y cuatro. Le había admirado y seguido desde pequeña y su música la había acompañado y consolado durante su niñez y juventud. Él le dijo un día, en la intimidad, que no entendía cómo una niña de 11 ó 12 años podía captar el significado de sus letras, pero así fue y ese fue uno de los vínculos que más estrechamente les unió durante los cuatro años que estuvieron juntos.

Se conocieron de un modo curioso. Él se había retirado del panorama musical en los 80, habiendo alcanzado el éxito no sólo en España, sino también en algunos países latinoamericanos. Ella le perdió la pista pero un día, sin más, se puso a bucear en internet y le encontró. Descubrió su página web y lo mejor de todo, que acababa de sacar un nuevo disco. Se puso el abrigo y salió a comprarlo en ese instante. Cuando regresó a casa lo escuchó y de nuevo se sintió envuelta por esa atmósfera familiar y cálida que ya conocía pero que hacía años que no experimentaba. Decidió escribirle una carta a la dirección de su discográfica. En ella le explicaba brevemente cómo había estado él presente en su vida, en los momentos difíciles y también en los más felices. Envió la carta con su número de teléfono al pie, con la esperanza y a la vez el temor de que él le respondiera. A los tres días sonó el teléfono y era él. Sintió que la emoción la embargaba, pero también la vergüenza y el miedo. Sin embargo no había motivos para temer nada pues la conversación fluyó entre ellos con naturalidad y confianza, como si se conocieran de toda la vida. Una corriente de mutua simpatía y atracción les envolvió y a partir de esa tarde los contactos telefónicos y por mail se hicieron más y más frecuentes, hasta que él decidió tomar la iniciativa y recorrer los 360 km. que les separaban para conocerla.

A ella jamás se le olvidaría ese día. Estaba tan nerviosa que apenas se atrevía a sostenerle la mirada, esa mirada verde que ya conocía. Sentados en el sofá de su casa charlaron, tomaron café, rieron y al final de la tarde, tras más de tres horas de conversación, se besaron. Ese fue el comienzo de algo único e irrepetible en su vida. A partir de ese instante, todos sus esfuerzos se centraron en buscar los momentos para encontrarse, salvando distancias, problemas familiares, trabajo, etc… Se puede decir que lo consiguieron, aunque nunca se vieron tanto como hubieran querido. Sus encuentros fueron dulces, apasionados, casi mágicos. Pese a que sentimentalmente ambos eran libres, sus citas eran también clandestinas por diversos motivos. En una ocasión a él le reconocieron en un hotel de un pueblo a mitad camino entre sus respectivas ciudades. Él lo aceptó con naturalidad y le firmó un autógrafo a la persona que se le había acercado, pero ella se asustó y se separó con disimulo de ambos, desapareciendo de la escena. Esto a él no le gustó. En varias ocasiones la acusó de que ella no quería que su relación saliera a la luz. Puede que fuera así, pero ella sólo pretendía protegerle, nada más.

Con el tiempo hablaron de que se trasladara a vivir con él y cuando lo tenían todo planeado, ella se echó atrás. La asustó desvincularse de todo su entorno y sí, fue cobarde. Más tarde se preguntaría qué habría pasado si hubiera dado el paso. Por desgracia él enfermó y aunque le operaron y recibió tratamiento, falleció tras unos meses de intenso sufrimiento. Unos días antes de morir, tuvieron una conversación que ella nunca olvidaría. Ella le preguntó si estaba asustado y él le respondió que no, que lo que tenía que llorar ya lo había llorado, que estaba dispuesto a mantenerse sereno y firme hasta el final y que agradecía que la enfermedad le hubiera brindado la oportunidad de poner todos sus asuntos en orden para así marcharse tranquilo. Ella le admiró y le quiso en ese instante mucho más que en los pocos años que había durado su relación. Se dio cuenta de que su admiración infantil y juvenil por ese hombre, aparentemente tan sencillo y humilde, tenía un sentido. No se había equivocado en su intución y se sentía infinitamente agradecida, dentro de la inevitable tristeza, de haber conocido a alguien como él y lo que es mejor, de que esa persona tan especial a su vez la hubiera amado del modo en que lo había hecho.

No hubo despedida. Él se apagó una noche de noviembre. Se fue en paz y satisfecho con su vida. Eso fue un gran consuelo para todos los que le querían y aunque este relato parezca triste, no lo es. Es un homenaje a alguien único, fuerte, valiente, coherente, inteligente, con talento, cariñoso, humilde… que supo hacerla feliz aunque sólo fuera durante cuatro cortos años, pero que dejó una huella profunda e imborrable en una mujer que, hasta que le conoció, había vivido la vida a ralentí. Todo cambió para bien desde el momento en que él entró en su vida y aún hoy, en numerosas ocasiones, ella saca la fuerza para afrontar el día a día trayendo a su mente el recuerdo de su amor.

Valencia Mayo 2018

 

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