XII CERTAMEN RELATO BREVE AVAFI 2019
1º premio- Esther Villanueva
LA BORDADORA DE MOMENTOS.
Tendrás que abrir los ojos algún día. Más tarde o más temprano. En algún momento. Y cuando lo hagas, no te demores en aceptar todo cuanto reciban tus pupilas. Todo. Lo inmenso y lo pequeño, lo primordial y lo superfluo, lo amable y lo hiriente, la cal y la arena…
Nada es por nada y todo es por algún motivo. Comprenderás desde la distancia que te brinda esta nueva mirada que algunas de las cosas que parecían no tener explicación, van hilvanándose como por puntadas mágicas en ese inmenso bastidor donde te sentiste sola, como ese primer punto de hilo blanco fino que pareciera va a quebrarse entre el entramado que conforma el telar, por no tener un buen amarre en la puntada.
Persevera. Puntada a puntada irá tomando cuerpo, delante de tu incrédula mirada, tal vez lo que sea un tosco zurcido. Tan tosco que no sabe donde empieza y mucho menos dónde se dirige. Pero que esto no te detenga, pues siquiera los bordados más exquisitos pueden sostener la inquebrantable firmeza de la red que estás tejiendo.
Asegúrate un lugar donde la luz sea clara y rodéate si precisas de un buen dedal y unos cuántos carretes del hilo que tú prefieras o del que puedas tener. Si éste se enmarañara, ya sabes que puedes ofrecerle una puntada de amarre, y volver a comenzar desde ahí con otro hilo.
Si la luz menguara, aprovecha para finalizar el pespunte, márcalo bien, y retómalo cuando haya nueva luz. Descuida, que ahí seguirá para seguir su hilvanado. Y permite pues que descansen tus ojos.
Has de tener en cuenta que en el momento en que vuelvas a la tarea, tal vez te surja otro hilo. Puede que de distinto material, o incluso de distinto color. Agradece entonces las puntadas anteriores que te han permitido llegar hasta estas nuevas. Y continúa.
¿Te has pinchado y ha salido una gota de sangre sobre el telar? Seguro que ya te has llevado otros tantos. Y ¿sabes qué? Le pasa hasta a las manos más expertas y hacendosas. Presionas sobre la picada del aguijón de esa aguja, dejas que cicatrice un tanto, y comprendes que volver a dar puntada es la mejor de las maneras para continuar.
Casi no te has dado cuenta, pero vuelves a mirar la tela, y descubres que entre zurcido y zurcido, has creado algún que otro bordado precioso. Sí, precioso, porque además de haberlo hecho tú, te permite volver a descubrir que puedes conseguir ese amarre que te recoja el último descosido de tu vestir.
Terminas la tarea, aún intuyendo que volverá a ser necesaria. No es momento de pensar que puede que vuelva a quebrarse, pese a todo. Y aún así desesperas porque crees que gastaste todo el hilo. Guardas los útiles que te han permitido apuntalar ese roto, y te concedes una pequeña paz para volver a observarlo. Para probarlo y sujetarte en él.
Y tenías razón. No te concede mucha tregua, porque vuelve de nuevo a abrirse otro agujero. Éste lo crees mayor todavía. Puede que el telar se te caiga al suelo. No lo quieres recoger. Esta vez, no. -¿Para qué tanto luchar entonces?- Piensas, inclinándote a recogerlo, resignada y todavía algo reforzada por anteriores zurcidos que pese a todo continúan resistiendo. Y justo en ese momento es cuando la ves en un rincón…
Una bobina de hilo nueva. Sí, ahí está. Por y para ti.
Tal vez se te cayó en un descuido o en uno de esos momentos en que la aguja te pinchó. Pero qué importa ya..
¿La enhebras de nuevo?
Autora: Esther Villanueva Martínez
Por Admin