XII CERTAMEN RELATO BREVE AVAFI 2019
3º premio- Ángeles Arrúe
MÚSICA Y MOMENTOS QUE ROZAN EL ALMA Y EL SUELO
“Duerme cerca del radiador, con la almohada en los pies…”(cantado) Todos y cada uno de los días cantaba estas letras, tenía unos 9 años y ya había conocido el miedo y el dolor, pero cuando la cantaba; por unos minutos era grande y no necesitaba nada más, sólo mí voz.
Un día cualquiera, por algún suspiro molesto, no conté con las fuerzas necesarias y ni siquiera escuché la canción. Fueron segundos que se desvanecieron sin una sonrisa en los labios.
Sonaba “Un, dos, tres” y tras aparecer Doña Ruperta con su sombrero y bastón, la ilusión se asomaba y al mismo tiempo toda yo, estaba en alerta. Había una parte del programa, al principio; que podía disfrutar, pero que duraba un tiempo breve; no más de una hora. Una hora, con el corazón encogido, huesos y tendones, no daban tregua alguna… sin respiración.
Dos miradas se buscaban y se encontraban, sin necesidad de alzar la voz, nos levantábamos y nos íbamos a resguardarnos. Con un poco de suerte, él entraría y seguidamente cogería la cena que le esperaba en la cocina y se oiría la puerta del cuarto cerrar. Nosotras respirábamos, bueno…aún faltaban unos minutos, segundos… quizás la puerta se volvía a abrir. Al rato, con voz todavía temblorosa; “iaia, buenas noches”… todo seguía encogido, pero el latido del corazón iba acomodándose y yendo a su ritmo.
Cada viernes se volvía a repetir. Y no eran “las cinco en punto de la tarde”, sonaba las 23 horas dolorosas, temblorosas, llenas de incertidumbre y pesar.
“Como mi poema eres tú, eres tú, como una guitarra, en la noche…”Un sentimiento profundo me sobrecogió. Él y sus dedos se deslizaban por las finas cuerdas de la guitarra; de la forma más delicada. Sonrisa entrecortada y sutilmente vergonzoso, dos adolescentes que juegan a quererse. Mi primer escalofrío y mucha ternura.
“Tú como yo, has buscado desde niño ser feliz…” Pelirroja y pecosa, con 5 años y ya tiene 30. Sólo pedía una mirada, una palabra, una sonrisa…me dio muchas y le di, y sigue formando parte de mis momentos.
Fueron, son y serán gestos mágicos, con eso me basta. La mirada cómplice, la sonrisa tímida, la expresión que brota sin pensarlo de un niño, de un anciano, de un animal…lo dice todo. Yo al menos, intento descifrarlo, y sé que lo consigo.
Me acerqué a un pequeño, no tenía más de 6 años, allí estaba arreglando un bicicleta vieja. Al decirle hola, alzó la vista sorprendido de la cercanía, con ojos desconfiados. Llegó el día en el que estaba inquieto y risueño, observando cada uno de los gestos, palabras, miradas… pasamos 15 años, disfrutando, descifrando y pintando emociones. Niños y niñas de la calle que me enseñaron a valorar la esencia de las cosas. Conocí a gente especial que quería hacer de la vida un mundo mejor.
“…luces de colores lo pasaré bien…” Mi primer vinilo, una portada con un reloj en blanco y negro. Era un sueño cumplido con tan sólo 13 años, una cadena de música que tanto deseaba; luces, colores, teclado, melodía pegadiza, movimiento… ¿qué más podía pedir? Quizás, ¿pasarlo bien?
”…Para mi corazón basta tu pecho, para tu libertad bastan mis alas…” Leía a Neruda (veinte poemas de amor y una canción desesperada). Estaba en el instituto cuándo levanté la vista y un sentimiento inmenso emergió y se posó sobre mis hombros. Se sentó a mi lado y, sólo se me ocurrió decirle: “¿cómo te llamas?, ¡me encanta tu nombre!”. Han transcurrido más de veinte años y la canción no es desesperada, sigue llena de esperanza… ahora sí leo la pregunta que le hice y la consiguiente exclamación; quiero echar a correr, pues me suena algo ñoño, pero en aquel momento; se paró el tiempo y me sentí indolora y mis alas se agrandaron haciéndose más fuertes.
Era tan sólo un peto vaquero, una chupa de cuero negra y sobre su espalda descansaban ondulados y alborotados sus cabellos castaños. Su caminar, ay, su caminar¡¿Es posible que me doliera tanta felicidad?…
“…En elsmeandres grocs de lliris, verds de pau, sento, com si em seguís, el teu batec suau, suau…” Pense que no cal dirmés: meandres, verds, pau, batec, suau. Mùsica i home que m’acosta a la calma.
“…Tiernas y ajadas, besos, recuerdos, te echo de menos, cómo pasa el tiempo…” Tocó sorpresa. Partes del cuerpo se me estremecieron, quedé embelesada. De camino a no sé qué lugar, llegamos en un santiamén, y al darme la vuelta vi el cartel del teatro. Cara de niño ocurrente, y perspicaz, cierta inclinación de la espalda; aunque muy seguro de sí mismo. La música me envolvió en una nube, salí con ganas de comerme el mundo. ¡no me dolía nada!
“…Como me despierte de una vez por siempre de este falso sueño…” Lugar venerable y espiritual, el rio Ganges, donde pude rozar el alma, y en el que arrojé un collar de flores de colores y algo de mí se derrumbó, no pude despedirme;
Rocé el suelo. No era un sueño, era la cruda realidad.
“Ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan…” O quizás sí. Quiero que me rocen el alma.
Autora: Ángeles Arrúe Balaguer