XII CERTAMEN RELATO BREVE AVAFI 2019
2º premio- Carmen López
LOS PAISAJES DE MI MEMORIA
Un día más me levanto dolorida y entumecida, como todas las mañanas tomo un café junto con la medicación para el dolor y empiezo a moverme por la casa, siento el peso de mi cuerpo, el dolor de pies, caderas, espalda, brazos y ese horrible agotamiento, esa falta de energía.
Poco a poco empiezo a funcionar, mi cuerpo me pide que esté sentada, pero yo le digo: “tenemos que movernos es necesario”.
Para empezar a recoger la casa pongo música: Los Panchos, Chavela Vargas, Alberto Cortez, algo de Jazz…,de repente algo se ilumina dentro de mí, noto una energía en la garganta, empiezo a cantar mientras me deslizo por toda la casa, bailo con la bayeta, bailo con la mopa y poco a poco voy haciendo las tareas.
Ésta es la magia de la música, la música forma parte de mi vida, siempre está conmigo, tiene un poder sobre mí.
Entonces vienen a mi memoria momentos dulces y felices de mi infancia, cuando salíamos de excursión todos los domingos con mis padres y mis hermanos, lo primero que hacíamos era pedir a mi padre que pusiera música en el radio casete del coche y enseguida todos empezábamos a cantar, nos sabíamos las canciones de memoria, todos cantábamos entre risas. Cierro los ojos y puedo ver a mi padre cantando una de sus rancheras, que bellos momentos vividos gracias a la música. La música te rompe, te abofetea, te hace llorar, te hace reír, te hace amar, te hace odiar, en definitiva, te hace estar viva.
Empiezo a bailar con el mocho, cierro los ojos y me imagino volando. Siento como el aire acaricia mi cara, vuelve a mi memoria el recuerdo de mi madre, la recuerdo cantando, siempre dicharachera y pendiente de sus hijos como la gallina protege a sus polluelos. Muchos profesionales piensan que la infancia es una de las etapas más importante de la vida, ya que forma parte de la construcción de nuestro carácter, de nuestra personalidad y esto es de tal importancia que cualquier problema en nuestra infancia puede ocasionarnos alteraciones y perturbaciones en el futuro. Llegando a provocar enfermedades de diversas magnitudes. Yo he tenido la suerte de disfrutar de una infancia feliz y dulce, sin embargo, me viene el recuerdo de los niños de la guerra, los niños del hambre, esos niños que viven en un continuo conflicto pasando por todo tipo de necesidades y no puedo dejar de pensar lo diferente que son la vida de unos niños respecto a la de otros.
Si tuve una infancia feliz, no puedo recordar lo mismo de mi adolescencia. Tenía 15 años cuando una tarde de verano mi madre cayó desplomada en casa, había sufrido un ictus. En esos momentos algo se rompió en mi interior, ese momento ha sido uno de los peores de mi vida. Teníamos una madre llena de vida, que nos adoraba y era el motor de nuestras vidas y no sabíamos si tendría suficientes fuerzas para superar ese duro trance. Pues, pese a todo, pudo superarlo, por eso siempre he pensado que mi madre era una superviviente que se salvó por amor.
La vida se compone de millones de momentos, cada momento vivido nos deja una huella en el corazón. Hay momentos inolvidables que nos han hecho tan felices que hemos tocado el cielo con las manos, me viene el recuerdo del nacimiento de mi hija, no puedo evitar emocionarme, sin duda el mejor momento de mi vida.
Pero también he vivido momentos amargos, duros, dolorosos, donde he tenido que sacar las fuerzas y el coraje para superarlos. La vida no es un camino de rosas, ya lo sabemos, hay momentos que nos han provocado un enorme sufrimiento. Esos momentos quedan desterrados en lo más profundo del corazón, hasta que el tiempo los convierte en algo confuso y onírico, intentando que queden olvidados.
En este periodo de mi vida siento que estoy viviendo un momento de tránsito, de cambio, he aceptado que tengo una enfermedad dura, pesada, que me ha dejado y me dejará momentos muy difíciles y dolorosos. Pero gracias a esta enfermedad he conocido Avafi, donde he vivido momentos de intensa felicidad, momentos de disfrute, de aprendizaje, momentos de fraternidad, de armonía.
Gracias a la asociación y a todas las valientes compañeras que con sus diferentes circunstancias sacan fuerza y coraje para enfrentarse a la enfermedad que padecemos, todas ellas causan una enorme admiración en mí. Me viene a la memoria una frase de Frida Khalo que me gusta mucho y dice: «Logré convertir los peores momentos, las peores cosas que me sucedieron, en lo mejor de mi vida»
Si algo hemos aprendido las personas que vivimos nuestro día a día con dolor y cansancio es a valorar esos pequeños instantes de felicidad que nos deja de vez en cuando la vida. En esos pequeños momentos el dolor desaparece durante un tiempo y notamos el disfrute y la alegría de vivir.
Me pregunto cuántos momentos buenos y no tan buenos viviremos, lo importante es tener las ganas de vivirlos y la valentía para enfrentarlos.
Quiero dejar este relato sin terminar; abro los brazos y grito al viento; ¡benditos momentos llenadme de tranquilidad y esperanza!
Autora: Carmen López Medina