En el VII Certamen de Relato Breve Avafi, éste fue el Relato que obtuvo el 1º Premio.
AHORA YO, de Susi Bonilla Hernández.
Me quejaba de la rutina. Madrugar. Horario interminable de trabajo. Compra. Colada. Niños. Malabares con escobas y cucharas. Hasta ese día en el que apareciste sin presentaciones.
Un chispazo del destino cortocircuitó mi historia y todas las costumbres que me causaban hastío se resquebrajaron. Mi vida pareció olvidar quien era yo mientras te adueñabas de ella. Ni siquiera sabía quién eras, intentaba por todos los medios conocer tu nombre y, al mismo tiempo, me esforzaba por no olvidar el mío, que se diluía zarandeado por el cansancio y el dolor.
No me dabas tregua desde que invadiste mi existencia. Al abrir los ojos ya estabas ahí. Me atabas con cuerdas invisibles. Me robabas la energía y el sueño. Me paralizabas con dardos etéreos. Pese a mi insistencia, seguías sin decirme cómo te llamabas, nadie lo hacía.
Las miradas incrédulas me lastimaban más que tus embestidas. Dudaba de mí, de tu propia existencia. No había cura para tanto dolor. Ningún tratamiento para ese permanente cansancio. Ninguna pastilla contra la incomprensión, la impotencia y la soledad. Y esas miradas, y todas esas dudas que a ti te inyectaban fuerza, a mí me ahogaban en lodos de fragilidad.
Te odiaba y temía a la vez. No me atrevía a mirarte a los ojos. Me empeñaba en luchar contra ti hasta desfallecer. Y en esa batalla no era capaz de darme cuenta que me arrastrabas, que usurpabas mi identidad. Con cada pelea te regalaba una nueva victoria. Quería sacarte de mi interior a cualquier precio. Tardé mucho tiempo en darme cuenta del elevado coste de enfrentarme a ti. Te estaba pagando con mi propia vida.
Ese día se demoró, pero al fin, llegó. No más pagos. No más guerras. No más savia derramada. Tu deuda conmigo era cuantiosa. No ibas a robarme más. No estaba dispuesta a seguir consumiéndome mientras esperabas mi ocaso sobrevolando en círculo alrededor de mi desesperación.
Esa mañana al abrir los ojos estabas ahí, como siempre. Respiré hondo…También estaba el olor de los primeros rayos de sol. Los gorgoritos de los pájaros. La sinfonía de mi pequeño perezoso de cuatro años. Un remoloneo de sábanas y bostezos. Me costó levantarme de la cama. Sentí tus espinas. Sonreí. Hoy te ensañaste con mi cuello. Te saludé. Me dirigí al cuarto del niño. Por primera vez sentí que me mirabas, que te dejaba tras de mí, sin mirar atrás. Me acurruqué junto a él, devolviendo a mis entrañas su cuerpecillo de bizcocho y miel, y llené de besos sus coloradas y cálidas mejillas. Respiraba vida. Era yo. Era ahora. Tú seguías conmigo. En silencio. Sin nombre, pero no eras yo.
Ahora era mi hijo. Su despertar. Mis brazos a su alrededor. Sus manitas. Su olor a muñeco nuevo el día de Reyes. Ese era el momento. Ahora. No importaba lo que sucedió hace unas horas, ni días atrás, ni antes de que aparecieras. Nada puedo hacer sobre ese pasado.
Tampoco importa lo que sucederá mañana porque lo desconozco.
Solo me concierne este momento. Ahora. Aquí. Ese efímero trance en el que puedo ser o no ser. En el que decido ser…
Huelo a latidos. A luz. A vida.
Hoy convivo contigo. No pude elegir tu aparición, pero sí puedo optar por aceptarte. No voy a decir que me gustes, pero ya no me robas y las normas de convivencia las instauro yo. Incluso consigo cansarte si te llevo a caminar. No decides por mí. Tampoco dejo que el resto de la gente me diga lo que tengo que hacer. Y, lo que es mejor, tampoco me importa que lo hagan. No malgasto en ello ni un solo minuto de mi presente. Me limito a vivirlo. No desperdicio mi tiempo pensando quién o cómo era o, quién o cómo seré. Solo me interesa la que soy. Ahora. En este instante. Tecleando palabras.
A veces, mientras lo hago, intentas impedirlo. No importa. Aprovecho esa intromisión tuya para salir a la terraza, poner crema en mis manos y masajearlas hasta que se absorbe por completo. Entonces las huelo. Las acaricio. Me gusta la sensación. Mis dedos parecen agradecer que cuide de ellos. Quieren materializar mis pensamientos con su caligrafía. Vuelvo a sentarme frente al ordenador. Sigo con mi trabajo. Te miro a los ojos. Puedo sonreírte. No importa que hayas intentado impedirme que siguiera escribiendo. Eres así de caprichosa. No hay por qué entenderte. Me hieres o me agotas. No merece la pena buscar el motivo. Transformo tus arranques en mis ocurrencias. Gracias a tu antojo me he regalado una pausa. Ahora sigo anotando. Decido hacerlo y mis manos se deslizan como flores blancas sobre el teclado. Una nueva palabra. Una frase enraizada. Ahora. Un instante único. Un minuto con sabor a magnolia. Es mío, es vida y soy yo.
Ahora.
Ya no me esfuerzo por saber tu nombre, ni por preguntarme por qué viniste o si te irás. Me levanto cada mañana. Sonrío por vivir. Estás a mi lado. Escucho, huelo, observo, saboreo y acaricio la vida. Me dirijo a la calle a empaparme de ella, pero, para que no olvides quien soy, antes de salir siempre te repito la misma frase:
— Hola, soy Ana. Volveré tarde.
Nuestra felicitación a Susi por este relato y nuestro agradecimiento a Casa Rural Masía San Joaquín, Agres (Alicante) por patrocinar, este año, el concurso.
Por Admin.
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