CONVIVIR CON EL DOLOR
¿Quién soy yo para hablar del dolor que no siento? ¿Acaso alguien puede entender aquello que no está sufriendo?
La visita del dolor puede suponer una prueba para cada uno. Podemos darnos cuenta de que hay muchas maneras de vivir la vida y llegar a valorar más aquello que de verdad importa. ¿Y si el dolor ayudase a descubrir la belleza que llevamos dentro?
La escucha de nosotros mismos es a veces confusa, estamos equivocados, anteponemos cosas menos importantes. Lo fundamental puede que sea simplemente vivir, aprovechar la corta vida.
No se que decir del dolor, a veces llego a pensar que esas mujeres mienten se engañan a sí mismas y a los demás, otras veces creo que sufren de verdad y que es posible que podamos ayudarlas.
La enfermedad y el dolor forman parte de nuestro recorrido vital. Llegan, con frecuencia inesperadamente. Es algo que no podemos controlar. Y es humano querer huir del dolor y del sufrimiento. En mi vida he encontrado a mucha gente que convive así, día tras día, con molestias, con impedimentos, algunos esperando un final próximo e inevitable… y que sin embargo sonríen día tras día, han aprendido a hallar –en el dolor de su enfermedad- un atisbo de felicidad. Nunca olvidaré el caso de una mujer mayor a la que atendí: Me dijo con total tranquilidad que sus hijos la habían traído al hospital, pero que ella se iba a morir, estuve hablando con ella y la exploré, todo estaba bien, respiraba tranquilamente y su corazón latía con normalidad, era coherente y se expresaba adecuadamente. Le expresé que la encontraba bien que no había ningún motivo para pensar en la muerte. Ella me dio a entender que ella conocía muy bien su situación. Al cabo de media hora había muerto y su cara reflejaba una alegría y una serenidad que no he olvidado.
Esta mañana una paciente me contaba que esta harta con 39 años de tomar pastillas y de sentirse así, que la vida era un asco y que no quería vivir. No me miraba a la cara cuando me hablaba y yo podía intuir su rabia, derivada del dolor y la impotencia que sentía.
Yo rápidamente he recordado los momentos en que la vi contenta y cuando hace años luchó para tener un hijo.
Ella sabe que tiene que hacer para estar mejor, ya ha recorrido los diversos tramos de aprendizaje, de conocimiento, de aceptación de esta enfermedad. ¿Por qué ese desaliento? Ella sabe que tiene una enfermedad y la conoce, quizá no la ha aceptado enteramente. Yo se perfectamente y he aceptado que tengo que respirar parar seguir vivo. Ella sabe que tiene que aceptar su dolor y vivir con él, dejar que la envuelva con suavidad y acomodarse en él. Ella debe tener presente que el dolor puede ser un aliado, que le recuerda que está viva. Ella sabe que puede vivir con él, lo hace cada día, lo hacen tantas personas. Y si un día, llena todavía de vida, de estar tan unido a ella, ya no lo sintiera. Ella sabe que puede seguir buscando ese día, y sabe que tiene que dar pasos adelante: Tendré que conocer mejor como soy, tendré que aceptar mis limitaciones, los pasos más cortos que daré con el paso del tiempo, mi respiración más fatigosa, mi cara y mi cuerpo más cansados, podré mostrar mi sonrisa a los que aprecio y a aquellos que me rodean para decirles que hay algo de bienestar en mí, que agradezco la vida.
Y el orgullo. Y si no nos deja pedir ayuda, aceptar que no somos la persona de antaño. Podemos vaciarnos de él. En un ejercicio sincero y sereno de mirada interior no podemos responder otra cosa: realmente somos débiles y todos estamos necesitados de apoyo, de comprensión, de afecto, de respeto.
Hasta el médico en su prepotencia es débil, no es capaz de comprender, de ayudar, de hacerse entender adecuadamente, está cansado. A veces no podemos estar dentro de otros para poder entender que hay otros sentimientos que duelen y no es dolor somático.
Basta ya de quejas, solo voy a quejarme dosificadamente, en los momentos apropiados. No voy a repetir que me duele a aquellas personas que me conocen. Quiero tener claro que tengo que descansar cuando este cansado, quiero que todos sepan que puedo dar pasos aunque lo haga a mi manera, quiero que todos se enteren que soy así y lo he aceptado y que tengo mis momentos de alegría como todos, que puedo compartir muchas cosas con mis semejantes.
El dolor que siento no es una amenaza, me acompaña, me hace sentir vivo es algo propio, soy una persona peculiar, sensible, puedo ser afectiva, alegre, cariñosa, etc.
La ausencia del dolor, en la vida humana, es imposible. Aprender a convivir con el dolor es toda una sabiduría que vale la pena descubrir.
Queda prohibido, no buscar tu felicidad
No vivir tu vida con una actitud positiva,
No pensar en que podemos ser mejores,
No sentir que sin ti, este mundo no sería igual
Pablo Neruda.
Autor: Doctor Jesús Navas Cutanda. Médico de Familia del Centro de Atención Primaría Barrio La Luz